domingo, 31 de octubre de 2010

El nacimiento de un mito


No sé lo que es estar bajo un gobierno de facto y nunca vi los tanques ni las metralletas en la calle. No conocí a Yrigoyen, no conocí a Perón, no conocí a Evita, no conocí a Frondizi ni pude conocer a Onganía. No vi a mi país declarándole la guerra a Reino Unido. No viví un bombardeo en la plaza de mayo. No viví el 24 de marzo de 1976. No entraron los militares a los palazos cuando estaba en la universidad. No me tiraron vivo desde un avión. No me persiguieron por pensar distinto a los sectores hegemónicos. No sé lo que es estar en la clandestinidad ni sé lo que es estar exiliado. Nunca salí a la calle con miedo a que explote una bomba o me acribillen. No me fusilaron en un basural. No me robaron a un hijo o a un nieto. No sé lo que es pasar más de dos años sin depositar mi voto en una urna. No sé lo que es ir al funeral de un compañero de ideales. No sé lo que es un partido político proscripto. Todo esto, porque nací en el año 1988. Seguramente un afortunado de nacer tarde en esta Argentina. Sí, así es, nací en plena democracia. La democracia que supimos conseguir. A veces media renga y otras veces más firme. Bajo gobiernos elegidos por un pueblo fue que me crié. ¿Si esos gobiernos pudieron haber sido mejores? No tengo la menor duda, pero esta vez no es mi intención discutir sobre políticas de gobierno. Muchas personas mayores podrán entender mejor que yo a la Argentina gracias a su experiencia. Yo no pude más que leerla en los libros, oírla en cenas familiares o espiarla por documentales. No la viví, no la sentí, no la respiré. Corro con una notoria desventaja frente a cualquier planteo político histórico que cualquier persona, mayor a mí, quiera hacerme. Sólo sé que tengo 22 años y pude vivir pocos momentos históricos en Argentina. Los días de diciembre de 2001 me agarraron de chico y los recuerdo, pero en ningún momento veía aquellas manifestaciones como el final de un gobierno. Era una realidad que sucedía. Como sale el sol, como crecen las plantas, para mí, la gente salía y golpeaba sus cacerolas. Con doce años no podía distinguir con claridad el porqué de la situación. Hoy ya pasaron casi diez años de aquéllas jornadas tristemente históricas. Ya pasados los veinte, uno tiene algunas estructuras de pensamiento algo formadas. Ve con mejores ojos a unos que a otros. Desconfía de aquellos, se ilusiona con estos, reprocha aquello o defiende esto. Uno mismo comienza a formarse mientras sigue transitando la vida. Hoy seguramente fue un día histórico para mí. Falleció un ex presidente. Lo vi asumir, lo vi en acción, lo vi gobernar, lo vi dejando el trono. Lo vi morir. Él, Néstor Carlos Kirchner. Pareciera obra del destino, pero fue quien cumplió con muchas de las ideas con las que yo me iba formando. Generó en mí el buen sentido de la política. Ya no es el ámbito donde se roba y se decide en beneficio de las corporaciones y los privilegiados. Hoy, para mí, la política es el recurso para el cambio, para la mejora, para la justicia. Con aciertos y defectos, este hombre ha podido desempolvar aquél manto de cinismo que se había apoderado de la sociedad en las últimas décadas. Durante mi niñez nunca había escuchado sobre la ley de medios, juicios a represores, empresas públicas del estado, matrimonio homosexual, redistribución de la riqueza, Asignación universal por hijo, aumento a jubilados, canales educativos, etc. Cuando era chico siempre sonaba la sigla FMI. La “corte adicta”. La carpa blanca de los docentes era otro escenario típico de mi niñez. Recuerdo ver por años a esa carpa gigante frente al Congreso de la Nación, casi un edificio público más. El jubilado era sinónimo de una persona marginada y dejada de lado.
Hoy se fue un hombre muy controvertido, de eso no tengo la menor duda. Un político conflictivo, quizás, como hacía muchos años no se veía en la Argentina. Lamentablemente ya ha partido y dejó un legado en la juventud y en gran parte del pueblo. Devolvió la discusión (tan temida para varios personajes) y nos brindó a los jóvenes la mejor enseñanza que alguien pueda brindar: Luchar y pelear por sus ideales.